Cuentos de Isleños.

«Guajiros» por Eduardo Abela, 1938

escrito por Ariel Romero.

Los emigrantes canarios aportaron mucho a la nacionalidad cubana, incluso fueron en su mayoría canarios los que protagonizaron la primera rebelión contra España en Cuba, post que estoy preparando, pero también es homérica su fama de tozudos. Aquí les dejo algunas anécdotas que me han pasado lidiando con isleños y otras que me han contado.

Cuando recorría el Escambray con una mochila al hombro, no como alzado sino como campista, nos encontramos con Timoteo. Íbamos bajando por el rio Caburni en dirección a Salto Alto cuando a nuestra derecha salió del monte un guajiro de pelo rubio y  ojos azules que lo delataba como descendiente de esos canarios que emigraron a Cuba. Llevaba un machete en la mano y lo acompañaba un perro sato,pequeño, sucio y hambreado pero muy vivo. Timoteo cultivaba café en las lomas del Escambray y aunque tenía su casa en Topes de Collantes pasaba largas temporadas en su conuco por esa parte del Escambray, al lado de los campos que atendía.

El guajiro parece que se sentía solo y nos invitó a su bohío a tomar café y descansar un rato. Mientras caminabamos por los trillos entre las lomas con rumbo al conuco de Timoteo el perro empezó a ladrar y se perdió corriendo entre la maleza. Lo perseguimos mientras Timoteo nos daba la esperanza de almorzar jutía, que a su entender, había sido la culpable de que el perrito se hubiera desviado del trillo. Cuando llegamos a donde estaba el perro lo vimos ladrando al pie de una mata no muy alta y sin ninguna hoja y , lo más importante, sin ninguna jutía. Timoteo se paró al lado del perro, que insistía con sus ladridos, miró hacia arriba para asegurarse que no había ninguna jutía y sacando el machete  le dió una clase de planazo al perrito que este salió dando volteretas y chillando hasta caer como a tres metros de distancia.

Mientras guardaba el machete y ante la mirada atónita de nosotros que todavía no nos podíamos explicar que había pasado, nos dijo:
_ Ya este no se vuelve a equivocar. La próxima vez o no ladra o cuando ladre va a ver jutía.

En el mismo Escambray había otro guajiro isleño, este yo no lo conocí pero me contaron que el guajiro trabajaba arriando mulos y tenía un burro que nada más de alzarle la voz, el burro se orinaba. No quise ni averiguar como había logrado esa conexión entre el tono de la voz y una de las funciones fisiológicas del burro.

Para terminar quiero compartir con ustedes esta anécdota que me  relató el padre de uno de mis mejores amigos.El padre de mi amigo, su niñez y juventud, la pasó en el batey de un central cerca de la ciudad de Cienfuegos. Junto a su padre, trabajando en el central también, trabajaba un isleño que tenía casa y esposa en el  batey. El isleño todos los días iba a almorzar a su casa, cuando llegaba su esposa ya le tenía servida la comida en la mesa. La esposa salió en estado de su primer hijo y el día que le tocó dar a luz, tuvo al niño en la casa. Al llegar la hora del almuerzo llegó su marido del trabajo y la esposa felíz, le presentó el hijo a su esposo, este lo festejó y preguntó por la comida a lo que la esposa contestó que no había podido prepararla por haber estado en labor de parto. El isleño le dio una clase de tunda a la mujer de Padre y muy Señor mío. Está de más decir, que aunque tuvieron 8 hijos más, al isleño nunca le faltó tener la comida servida en la mesa a la hora del almuerzo.